Tres goles no aseguran la gloria, de igual manera que tres reclutas no hacen legión. Se vieron tres goles de Brasil en el Soccer City y otra lección de ese fútbol tan a contraestilo que dicta el equipo de Dunga, pesado, sin imaginación, únicamente sustentado en el acierto de su número 9. Tan rara fue la cosa que el arcangélico Kaká se marchó a la calle por un codazo cuando ya todo se había resuelto. [Narración y estadísticas]
Y 10 minutos antes, Zinedine Zidane, que andaba por el palco, le dijo a Luis Figo que había que salir de allí como fuera para evitar amontonamientos. Por mucho que hubieran disfrutado con el doblete de Luis Fabiano, un gran delantero que marcó un gol de balonmano. Y por muchos seis puntos que tenga Brasil, máximo realizador además de esta Copa del Mundo.
Esta selección, con cinco títulos mundiales, no sólo tiene que ganar a equipos tan sorprendentemente endebles como Costa de Marfil, sino que además debe hacer feliz a la gente. Aunque sea nada más que un rato.
Sobre todo en días como el domingo. Había renacido el sol primaveral en Johanesburgo y la gente caminaba hacia el estadio con esa infantil ilusión de ver un buen partido de fútbol. Al fin y al cabo, había multitud de recursos sobre la hierba. Hasta Dunga renunció a su apretado jersey de cuello vuelto para liberarse con una camiseta bajo la gabardina. Pero todo terminó como viene siendo norma en esta pobre Copa del Mundo.
Brasil se limita a cumplir el expediente y el equipo africano cae víctima de su escaso rigor táctico. Soweto y alrededores, que andan como locos por la gesta de algún pueblo hermano, se llame como se llame, volvió a llevarse a llevar un chasco de impresión. Los elefantes marfileños, un equipo de impecable presencia, apenas presentó resistencia. Faltó orden y convicción.
Brasil, por el contrario, presumió de malicia y de Luis Fabiano. Una vez más, con Gilberto Silva y Felipe Melo en la medular, se negó a elaborar la jugada. Y durante muchos minutos aburrió hasta a los más fieles, que vieron pasar muy cerca del larguero el madrugador derechazo de Robinho.
Pero esa arrancada, en compañía de Luis Fabiano y Kaká, no fue más que el preludio de la molicie. La canarinha se sentía incómoda con la pelota. Maicon y Elano no existían por el flanco derecho. Así que sus escasos acercamientos por los dominios de Barry se limitaban a lo que pudiera inventar su trío favorito.
Lo formaban los ya mencionados Kaká, Robinho y Luis Fabiano, enumerados por estricto orden de importancia. El madridista, de nuevo titular pese a los rumores de la previa, perdió los balones de casi siempre, pero al menos se mostró participativo. Su mejor aliado fue Robson da Souza, apareciendo por la izquierda, siempre pendiente de dar un acelerónd ecisivo a la jugada. Y luego, cómo olvidarlo, el ariete del Sevilla, que abrió el marcador con derechazo de impecable factura. Así al menos lo describirían las revistas antiguas.
Lo cierto es que el gol ahormó las embestidas marfileñas, un grupo bastante deprimido aunque presuma de una nómina de primer nivel. En su once figuraban futbolistas del Chelsea, Arsenal, Barcelona y Sevilla. Pero parece que Sven Goran Eriksson todavía no les ha encontrado el punto. Y puede que ya no quede mucho tiempo para revertir la situación. Si Kalou o Ebue repiten actuaciones así, tendrán problemas hasta con Corea del Norte.
Nunca supo levantarse Costa de Marfil, castigada de nuevo por Luis Fabiano en el segundo tiempo. Una jugada que podría haber firmado el penúltimo clasificado de la liga galesa. Un pelotazo de Julio César para Luis Fabiano, que sacó los colores a los centrales. Un gol de balonmano, para envidia de Thierry Henry. Dos controles con los brazos ante el escrupuloso silencio del árbitro francés.
Eso ya fue demasiado para los elefantes. Barry salvó otro más de Kaká y Elano, hasta entonces en la inopia, se acercó al área para coronar el tercero. Ahí sí. Ahí sí que se puso a mover al primer toque Brasil. Corría el minuto 63 y su gente, loca por atizar a los tambores, se puso a corear el ‘burreo’. Más de una hora para ver a su equipo manejar el balón con decoro.
Balones rápidos y precisos, salidas rápidas y hasta un caño de Maicon. Lo que debería ofrecer este equipo de forma habitual y no las tonterías de Kaká, que se expulsó con unas malas formas sólo atribuibles a los malos ratos que anda pasando su cuerpo. Ya por entonces, Drogba había anotado el 3-1, pero al fin y al cabo, ya a nadie le importaba eso.
0 comentarios:
Publicar un comentario