Es difícil imaginar una criatura más horrorosa que el facóquero. Su enorme cabeza completamente cubierta de verrugas se prolonga como el hocico de un cocodrilo, en el que sobresalen dos o cuatro caninos en forma de hoz. Su cuerpo graso, de piel desnuda y agrietada (salvo en el lomo, a lo largo del cual se erizan algunos mechones de cerdas groseras), sus patas cortas y nudosas…, todo en este animal es feo, incluso repugnante.
Este cerdo salvaje de África se encuentra en gran abundancia al sur del Sahara, tanto en las planicies bajas como en las altas mesetas, a 2.000 o 3.000 metros de altitud. Como todos los cochinos, se alimenta principalmente de raíces y tubérculos. Su pocilga se reduce a un simple agujero en la tierra. Muy ágil a pesar de su aparente torpeza, huye al más ligero signo de alarma tras incorporarse de un salto. Si no ha sido agraciado por la Naturaleza, en cambio, el galope de este animal le permite alcanzar la velocidad de 45 Km./h., y, por tanto, conservar el contacto con los antílopes y cebras, de los cuales es comensal habitual.
Los facóqueros son animales estrictamente monógamos y forman familias muy unidas. Cuando huyen en grupo ante el peligro adoptan siempre el mismo orden: el padre, delante; las crías, siguiéndole las huellas, y la madre, cerrando la marcha. Galopan rozando con el vientre y manteniendo la cola vertical.
Este cerdo salvaje de África se encuentra en gran abundancia al sur del Sahara, tanto en las planicies bajas como en las altas mesetas, a 2.000 o 3.000 metros de altitud. Como todos los cochinos, se alimenta principalmente de raíces y tubérculos. Su pocilga se reduce a un simple agujero en la tierra. Muy ágil a pesar de su aparente torpeza, huye al más ligero signo de alarma tras incorporarse de un salto. Si no ha sido agraciado por la Naturaleza, en cambio, el galope de este animal le permite alcanzar la velocidad de 45 Km./h., y, por tanto, conservar el contacto con los antílopes y cebras, de los cuales es comensal habitual.
Los facóqueros son animales estrictamente monógamos y forman familias muy unidas. Cuando huyen en grupo ante el peligro adoptan siempre el mismo orden: el padre, delante; las crías, siguiéndole las huellas, y la madre, cerrando la marcha. Galopan rozando con el vientre y manteniendo la cola vertical.
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